sábado, 28 de septiembre de 2013

EL CAMPEÓN DE LOS QUEJOSOS

                                                           CLEAR HISTORY                               por Leo Chubelich

Larry David es un experto en marketing de Silicon Valley que se pelea con su jefe ( Jon Hamm ) por discrepancias acerca del nombre escogido para un nuevo auto. Renuncia así a un porcentaje accionario del 10 %, pero como es habitual en las causas que lo involucran, perdidas de antemano, el rodado se convierte en un éxito y David en un hazmerreír nacional. Ante el oprobio, cambia de apariencia, de identidad y trata de empezar de nuevo en las relajantes playas de Martha's Vineyard, pero años después llega a su terruño adoptivo el ex socio que lo despojó de la gloria, y las cosas se vuelven asombrosamente incómodas y enredadas. Estamos hablando de ' Clear History', la nueva película que el capocómico filmó para HBO con dirección a cargo de Greg Mottola, que le permite a David llegar a asombrosos niveles de quejosidad biliosa.

' Curb Your Enthusiasm ' ( " no exageres tu entusiasmo " ) era una extensión, mutación, sobredimensionamiento del mundo Seinfeld. El abismo kiarostamiano del sujeto real y su ficción dentro de la ficción contemplativa de los genuinos nombres propios encontraban en ese nuevo género televisivo, el doc-com ( versión documental de la antigua sitcom ), un nuevo terreno a ser abonado. CYE tenía una estrategia narrativa consistente en trabajar varios frentes a la vez, con la lógica interna del gag postergado, donde todo siempre podía encaminarse al malentendido. Era la máxima sartreana, la misma que reza que " el infierno son los otros ", llevada al límite como modo de vida oscuro y melancólico.
' Clear History ' es la continuación de esa política televisiva por otros medios, casi como un capítulo amplificado del popular programa que reinsertó a David en el mapa de los seriales. Aquí reinan las tragedias domésticas y la tenacidad de una " ley de Murphy " inclemente y sin interrupciones, elementos que le permiten a David desplegar su estilo corrosivo de gags maliciosos. La paranoia como estado mental inevitable, cosa que heredó claramente de Woody Allen, con quien trabajó en " Que la cosa funcione ", y la costumbre de despotricar contra todo y todos: la comida, el sexo, el rumor de que su ex alguna vez le practicó sexo oral a los integrantes del grupo Chicago, hacen de ' Clear History ' una apuesta sensible a un humor nuevo, fuera de ese coto cerrado llamado " Nueva comedia americana ", y con reglas propias.
La música incidental deliciosa, elemento estilístico tributario de Allen, y un reparto consagrado ( Michael Keaton en plan eremita hillbilly trastornado, por caso ) que nunca desentona, bien imbricado en el relato, le permiten a David rendirle homenaje al cine de oro de Hollywood, representado por " The Fountainhead ", la novela que le trajo éxito a Ayn Rand y que fue llevada al cine en 1943 por King Vidor, con Gary Cooper como protagonista. El visionado de esta película, cuyo protagonista se llama Howard Roark y es coincidente con el nombre con que fue bautizado el proyecto automotor que truncó la carrera de David como especialista en marketing, aportará la idea de la descabellada venganza. Como siempre, y como todo tiene que ver con todo, cualquier subtrama o elemento introducido conspiran en desfavor de nuestro antihéroe. La revolución instalada por David es la concatenación cómica de todas las situaciones y su desembocadura en la ironía feroz. " Clear History " es la apuesta artesanal de un genio creativo como pocos. Su visión del mundo, pavorosa, incomprendida por los demás, en la que el horror y la prolijidad de lo real no tienen afuera es el nuevo legado de David contra el canon instalado.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

GENERACIÓN GEEK

                                  APRENDICES FUERA DE LÍNEA              por Leo Chubelich

Dos vendedores de Atlanta, de esos que memorizan el nombre de la hija de su cliente para privilegiar con calidez el vínculo y así poder concretar la venta, se quedan sin trabajo, sin empresa, se convierten en herramientas oxidadas de ese intercambio negocial de la " vieja escuela ", orientado a crear lazos inmediatos con el comprador, y deciden ( mediante algunas añagazas que favorezcan la inserción ) probar suerte en Google, en Silicon Valley, en una pasantía, que no resulta otra cosa que una competencia salvaje y desventajosa con otra gente, más joven e infinitamente mejor preparada. A partir de esos elementos claros, transparentes, bien delineados, se arma ' Aprendices fuera de línea ', la última película del tándem Owen Wilson/ Vince Vaughn.
La película es una celebración de Google y de sus posibilidades operativas, de sus ideas, de los mecanismos de captación masiva del usuario " online " y del escéptico " offline ", de su funcionamiento inserto en la cotidianidad, tanto puertas adentro como puertas afuera. Desconozco cómo se trabaja en la empresa, pero uno cree que en tales ámbitos, la presión ha de ser una carga pendiente como espada de Damocles. Nada de eso acontece en "Aprendices fuera de línea ", empeñada por mostrarnos un mundo de colores chillones, altruísta e ideal.
Todos los estereotipos posibles son usados afanosamente: la interna atractiva y ' workaholic ' y desprovista de vida social; el jefe severo pero justo y de buen corazón; el nerd que no conoce de infatuaciones a la hora de arrimársele a la chica más hot del barrio; el villano egoísta y utilitarista, ninguneador y pedante, dispuesto a cualquier cosa para quedarse con la pasantía. El film no retrata, aún dentro de los cánones de la comedia y asumido desde esa perspectiva, innovación con innovación, originalidad con -al menos- la búsqueda de otra originalidad formal ( los módulos para la siesta no alcanzan para hacer plausible alguna sorpresa ), sino que se contenta con enhebrar las vicisitudes de sus dos protagonistas, un manual de pequeñas derrotas y " grandes éxitos " que ineludiblemente llevan a la superación.
 
Algunos buenos chistes, un elenco cómico excelente y la confianza en un mundo mejor gracias a la democratización aperturista e iluminada de la tecnología, no alcanzan. Claro, el director es Shawn Levy, un mediocre probado en bodrios execrables como " Más barato por docena " y " La pantera Rosa " con Steve Martin y Beyoncé, y responsable de lastrarse el paquete con su inimitable inanidad a la hora de la puesta en escena. Cuando creíamos que nadie podía filmar un partido de Quidditch tan horrendo como el de " Harry Potter y la piedra filosofal " aparece este tipo y entrega algo peor, tan desprovisto de nervio que hace que la larga secuencia de la primera del niño mago parezca la Rollerball del 75' en comparación. Ni hablar del trazo grueso de todo aquel personaje destinado al secundario, absurdamente sacrificado ' pour la gallerie ' . Es decir, giros o ideas con un alto porcentaje de demagogia, y nada más.
Si " Aprendices fuera de línea " funciona moderadamente es porque Owen Wilson y Vince Vaughn son dos cracks humorísticos que saben de qué va la complementación y el humor inteligente ( recordemos que Vaughn es además escritor del guión ), porque papeles secundarios están jugados con grandeza en pocos minutos ( al respecto, resulta capital la aparición de Will Ferrell, incendiario y claramente ubicado en la pole position de este bodoque ), porque la subtrama romántica entre Wilson y Rose Byrne es creible desde la espontaneidad de los actores ( la cena en el restaurant me sacudió profundamente la abulia ) y porque hay una tradición en la comedia, claramente identificada con lo políticamente incorrecto y alejada de las aguas del cálculo, que ni el mismísimo Levy puede destruir con tanta torpeza.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

A LAS TRES Y SIETE...

                             EL CONJURO                      por Leo Chubelich

Películas de terror hay muchas. Películas de terror con golpes de música o sonido de los que tanto se suele abusar en el cine de género contemporáneo -aunque este recurso, llamado " bus effect ", apareció en 1942 con ' La mujer pantera ' de Jacques Tourneur y se le puso ese nombre porque alude a una escena en la que la llegada de un micro y el ruido que este hace alteran el silencio que había hasta ese entonces y, por ende, genera un estado de shock en el espectador- , pero sin consecución de imágenes que refuercen el susto. Películas de terror sin un mísero sobresalto. Y demasiadas películas de horror, en la que la mostración sólo tiene por objeto la destrucción parcial o total del cuerpo humano. Pero de repente, irrumpe " El conjuro ", de James Wan, y con ella la saludable intención de la vuelta ( ya desde los títulos ) a los ' seventies '; a esa época del chucho para sufrir con gusto.

" El conjuro ", al igual que la extraordinaria " La noche del demonio " del mismo director, precedente en la materia al que no supera, recupera algo fundamental para el género: la chance de contar una historia con la convicción y la legibilidad indispensables para ganarse la atención del espectador. Para ello, el film de Wan se debate entre las distintas convenciones del cine de terror. Tenemos películas de fantasmas, películas de demonios y películas de posesiones, y que esas cosan vienen de a una. Pero aquí, en paralelismo con " La noche del demonio ", tenemos todo junto como en botica: hay fantasmas okupas de una casa habitada por una familia en peligro, está el demonio en plan subyacente para cobrarse a sus víctimas, y hay una inocente en vías de ser poseída.
Esta nueva incursión de Wan en el género amalgama a una familia clase media amenazada por un mal ancestral, y a una pareja de especialistas en fenomenología sobrenatural, con prestancia de cine clásico, tomándose todo el tiempo del mundo para participarnos de la evolución de la perturbación, dosificando la información con nobleza y de a poco, porque para asustar también hay que saber crear un lazo empático entre nosotros, los observadores, con los personajes. " El conjuro " regurgita, con maestría y desde el uso de la cámara virtuosa, homenajes más o menos evidentes; algunos explícitos y otros no tanto. El tono seco y realista recuerda a ' El exorcista ', mientras que el entramado remite a películas de fantasmas como ' Al final de la escalera ' de Peter Medak ' y ' Poltergeist ' de Tobe Hooper. Se hace cargo de los climas, se hace cargo de secuencias con esplendor, como esa en la que el reloj da las tres y siete de la mañana, la hora señalada por la maldición en la que las almas humanas están en peligro.

' El conjuro ' ejerce su prepotencia talentosa en el modo de utilizar los espacios cerrados, ingeniándoselas para fatigarlos sin fatigar al espectador, estirando las situaciones para trabajar con denuedo el clima, angustiando al espectador en esa espera que tantas veces antes se resolvió con volatilidad de pavote golpe de efecto. Hay intérpretes creíbles, por los cuales tomamos partido, y un camino tortuoso en el que la iniquidad no ha de mermar jamás. Es la vieja bipolaridad entre el bien y el mal, tantas veces ninguneada desde la inanidad y la previsibilidad, la que está en juego desde el minuto cero. ' El conjuro ' integra subtramas, como aquella de la muñeca, para desestabilizar al espectador con efecto distractor, sin ardides arteros, con la confianza de perderlas y recuperarlas en el momento menos pensado, y cuando creíamos que ya no se retomarían.


' El conjuro ' es y también no es porque, a diferencia de ' La noche del demonio ', que añadía a los efectos de sonido o ruidos, imágenes que asustaban aún más, trabajando exponencialmente el susto desde la variedad diurna o nocturna, al preocuparse por la confección y la mecánica de presentación y espesor de los personajes, a veces se olvida del sobresalto, o se demora en la materialización del mismo. Wan se deja seducir por las dinámicas familiares, sus fortalezas y debilidades, los vínculos entre las distintas franjas etarias de las hijas y el apego a lo racional frente al desenvolvimiento imparable de lo innombrable. Es loable su intención de escamotearnos la fisicidad del cuco para no sucumbir al burdo efectismo, pero en los tramos finales, con ese desenlace a puro exorcismo, pifia en el sendero escogido, tal vez porque difícilmente se pueda superar esa cumbre del cine de terror llamada ' El exorcista '. A pesar de ello, Wan sabe que este es el camino, que aquí está el centro nodal para salirse del canon establecido, como Scott Derrickson en ' Sinister '; como Fele álvarez en ' Evil Dead '; como Rob Zombie en ' Lords of Salem ', un especialista en esto de revisitar los modos del cine setentoso.

' El conjuro ' es un cuento de terror como los de antaño, soberbiamente filmado. Un viaje a la época en que el cine de terror era asunto serio, profesionalizado, al tiempo de las películas para no dormir. Ideal para ser visionada a las tres y siete de la mañana de cualquier noche que, con su tiniebla y astronomía, quiera acogernos en el viaje. L.C.