jueves, 21 de marzo de 2013

LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO

                      SINISTER                por Leo Chubelich

Mientras miraba " Sinister " ( Scott Derrickson ) pensaba en " La noche del demonio " ( James Wan ), y en que hubo que esperar dos años para que el cine de terror volviera a parir una obra magistral. Volvamos en el tiempo, al querido artificio, que tantos recursos tiene el cine como el diablo caras, cosa bien demostrada por estas dos preciosuras que se apropian del núcleo duro del terror setentoso. " Sinister " es una película seca y dura, como esas que nos julepeaban en nuestra dorada juventud, escamoteándonos para, ironía mediante, darnos más. La película de Derrickson es un loop maldito: centralidad y circularidad del miedo. Abre con un plano perturbador de una familia ahorcada en un árbol, con sus integrantes moviendo espasmódicamente las piernas, mientras una gran rama se desprende y hace de palanca, elevándolos como si se tratase de una polea a una altura mayor. La escena es aterradora, y su porosidad mal emulsionada evidencia que se trata de un registro fílmico doméstico, algo que luego sabremos es el mítico formato Super-8. El Super-8 era pura evolución del soporte Doble 8, con película de idéntica anchura, pero cuya distribución entre película de área impresionada y perforación ( así como las diferencias de tamaño de ambas ) presentaba características diferentes. Pensado para el mercado doméstico, gozó de gran popularidad en la década del setenta hasta que los posteriores sistemas de registro de imágenes sobre cinta magnética ( comúnmente llamados video, otra antigualla ) lo hicieron desaparecer. " Sinister " utiliza el formato para crear imágenes sobrecogedoras, dosificando y diversificando el susto con el objeto de no shockear de buenas a primeras, construyendo un relato donde la tentación al horror o la pura mostración cede a la elegancia del fuera de campo característico del terror. Es en ese registro de emulsiones e imperfecciones técnicas donde la película logra sus mejores momentos, pura confianza en su finalidad de ir trabajando las atmósferas pacientemente hasta una resolución final terrible. Cada vez que su protagonista, un atribulado escritor de novelas policiales, encuentra una nueva película hogareña en su desván y la curiosidad mórbida se apodera de él, " Sinister " alcanza alturas prodigiosas en la ingeniería del " found footage ", recurso que le permite a Derrickson jugar al juego que mejor le sale: el de los asesinatos familiares sádicos supervisados por una criatura espectral pero sin la destrucción pornográfica del cuerpo tan afín a adefesios como la repugnante franquicia " El juego del miedo ". Cada vez que una atrocidad está a punto de estrellarse en nuestras pupilas, el film queda pausado en espacio " off ", puro espacio invisible que rodea lo visible, o en primerísimos planos al semblante conturbado del bueno de Ethan Hawke, nunca tan en peligro antes como en esta ocasión. Asimismo, la musicalización incidental nerviosa, de bajos en " reverb " y frecuencias mínimas, incomoda hasta lo paroxístico al espectador." Sinister " puebla bien los espacios caseros con oscuridad y luces mortecinas, apagadas, y es que las tinieblas son capaces de avanzar a la par de las obsesiones de su protagonista, tan preocupado por resolver el misterio como por abrir inconscientemente la caja de Pandora de la emulsión Kodachrome. La imagen de los niños haciendo " ssssssh " con los semblantes deformes de las entidades paranormales, la utilización de monstruos habitantes del formato Super-8 ( aquello que el espectador cree que existe fuera del encuadre basándose en la información de lo que ve dentro del cuadro ), la actuación magnífica de Ethan Hawke y la partitura incidental escalofriante y totalmente funcional a la trama, hacen de la película de Scott Derrickson pura arquitectura del miedo. Por último, si algo más hace interesante a " Sinister " es la persuasión de su protagonista en el logicismo, en el racionalismo investigativo, que lo emparenta con cualquiera de nosotros. La fábula sobre la relación entre los vivos y los muertos, que es un tema universal; la historia de un mal inasible, brutal, que nunca se fue de la casa; la curiosidad morbosa que nos repele y a la vez controla el pensamiento y el deseo de ver, son elementos que hacen al género. Y la frase " La curiosidad mató al gato " la resultante.  L. C.

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