jueves, 27 de junio de 2013

SIN RIESGO

                   GUERRA MUNDIAL Z      Por Leo Chubelich

A ver, ¿ por dónde empezar ? Fui a ver Guerra Mundial Z , la última de Brad Pitt que utiliza el remanido tópico de los zombies como acabóse apocalíptico, y hay varias cuestiones a considerar, así, en caliente, y sin vueltas.
Imposible no hablar de Romero, creador de estos films de terror celebratorio de las vísceras por las vísceras en sí, experimentando muchas veces la delgada línea que divide el grotesco terrorífico del grotesco cómico, pero insuflándole sus obsesiones sociales en forma de muertos vivos. Romero fue ( y es, probablemente, en tanto renueve una y otra vez su obsesión ) un director antisistema, demoledor de instituciones a través de una metafórica política de la que adolece Guerra Mundial Z.
La película de Marc Forster, basada en una obra literaria de Max Brooks llamada World War Z: An Oral History of the Zombie War, narra las vicisitudes de una ficticia conflagración global contra los zombies, la búsqueda del " paciente cero " para la creación de un antídoto a la epidemia, hasta la culminación de esa sensación de no futuro como algo permanente a través de la lucha armada y la resistencia. La invasión arranca sin farragosos preámbulos ( gracias por evitarnos esos momentos idílicos de familia funcional y perfecta ), cuando Gerry y Karen Lane ( Brad Pitt y Mireille Enos ) llevan a sus niños al colegio y súbitamente quedan atrapados en una revolución " undead ". Cuando la supervivencia de la familia queda asegurada en un portaaviones, la película se centra en los esfuerzos de Pitt, un ex agente de la ONU acostumbrado a desempeñarse en territorios peligrosos, por conseguir el Agente Cero y generar un antídoto/ vacuna.

Para ello Guerra Mundial Z se vuelve frenética en su desplazamiento siempre hacia adelante, embrollándose con la acumulación de locaciones extranjeras y la aparatosidad de sus escenas de acción que la vuelven una película infecto-virósica-catastrófica à la Bourne.
De las búsquedas temáticas de Romero, siempre orientadas al contenido social y político, no queda nada. Guerra Mundial Z es cine qualité de muertos vivos. Apenas un esbozo de manipulación extorsiva en la escena en que Pitt es reclutado con procedimientos coactivos por el militar de turno, bajo amenaza de dejar a su familia en estado de indefensión ante la revolución zombie, que es menos crítica mordaz que disparador expeditivo del desempeño individual del héroe.


En este batiburrillo de invenciones gráficas no hay lugar para zombies lentos y de pies arrastrados, sino más bien verdaderos ríos procelosos de brutalidad indómita. El acierto del film es presentar a su amenaza como un rito de cuerpos apiñados con reflejos metahumanos, mezcla de velociraptores y afición futbolera. La salvaje escalada de violencia del primer cuarto de hora parece capaz de destruir el universo. La ola de México 86 hecha castañeteo de dientes. 
No es cierto que esta sea una película individualista o personalista, sino integracionista. Es gracias a sus pequeñas sociedades y sacrificios que el desenvolvimiento individual del héroe se hace posible, se allana, se enriquece. Son vivaces formas de solidaridad plantadas aquí y allá por el prójimo, y para ello Brad Pitt se juega la vida, a puro empuje del cuerpo eléctrico en las secuencias vertiginosas y a pura fuerza emotiva en aquellas más intimistas. El actor nos convence de ser un buen padre de familia, un hombre preocupado por el entorno y un tipo espiritualmente sensible a los vaivenes del jaqueado factor humano. Su arrojo voluntarista y tozudo también es una pequeña flor entre tanto gasto megalómano.

Y para el final, Marc Forster, ay Forster de mi vida! Este es el momento de desacralizar tu tarea rimbombante y engrupida. Forster, director mediocre si los hay, es un incapaz. Incapaz de filmar con coherencia algunas escenas ( el primer encuentro de Pitt cara a cara con los zombies y en la escalera es un catálogo de errores pésimamente coreografiados desde un montaje confundido ) así como de venerar la adrenalina con comprensión del lenguaje audiovisual. Forster no hace acción viva y animada por el espíritu superior del movimiento absoluto, sino cálculo de desperdicio gratuito. Hay algo de previsibilidad torpe, de planificación irresoluta de tanta velocidad descomedida. A Forster le dieron una Ferrari ( se habla de un presupuesto enfermo de gigantismo de 225 millones de verdes ) pero maneja como un muerto vivo clase B, desganado y parsimonioso, a pesar de tanto utilitarismo veloz. Guerra Mundial Z es pretenciosa porque pretende aprehender el milagro ontológico del cine por el movimiento, pero se pierde en sus fueguitos artificiales para conmover retinas, las malas decisiones de guión, las simplificaciones entre países primermundistas y países de tercera y los finales apresurados y desprovistos de nervio. Un director más personal hubiera cumplido más allá del mero entretenimiento correctito.

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lunes, 17 de junio de 2013

EL HOMBRE DIGITAL

          EL HOMBRE DE ACERO       Por Leo Chubelich

Yo recuerdo que en el año 1981, cuando tenía once años, se estrenó Superman 2, dirigida por ese olvidado gran director llamado Richard Lester ( que dicho sea de paso dirigió dos películas seminales de los Beatles, que dieron el puntapié inicial para lo que luego sería la estetización del videoclip: A Hard Day's Night y Help ). Recuerdo que Terence Stamp era el general Zod, y que cada vez que aparecía, la película, ese universo cerrado siempre a punto de colapsar, metía miedo e inquietud. Recuerdo que había momentos claramente Hamlet en el argumento ( yo no sabía en ese momento lo que era eso ) y que la información contextual del código genético de las peleas entre el hijo de Kryptón y esos tres descastados compatriotas evadidos de la Zona Fantasma, llamados Zod, Ursa y Non, era clara y precisa, contundente en su materialidad del aquí y allá, del de dónde venían los bifes y hacia dónde iban. Y claro, estaban Cristopher Reeve y Margot Kidder, que se morfaban el cuadro a puro amor y deseo cada vez que aparecían. Todo esto para hablar de El hombre de Acero, la película de Zack Snyder o de Christopher Nolan, omnipresente como productor y coautor junto a David Goyer de esta nueva gesta fundacional ( origin story ) del alienígena más famoso del comic. Película extraña, rara, ampulosa, grandilocuente, operística, bombástica y jodida la de este muchacho Snyder,como si las nuevas tecnologías gigantistas del CGI hubieran chocado con un tono más intimista `ala Terrence Malick.
En El hombre de Acero hay un tiempo para contar la historia formativa del superhéroe, a través de la inserción de sucesivos flashbacks, que va desde la invisibilidad, la concientización de la identidad, el rechazo y la aceptación del moderno Prometeo. Como a Henry Cavill, reencarnación del mito de Apolo, la empresa le quedaba decididamente grande, Snyder ( o Nolan ) decidió hacerlo jugar en una liga habitada por actores clásicos, de renombre, de esos que tienen garantizado el Olimpo interpretativo a fuerza de magnetismo presencial. Es gracias a que esta gente posee su propio centro gravitatorio frente al cual nada escapa, que la película, en sus momentos reposados e intimistas, alcanza altura emotiva. Russell Crowe, Kevin Costner y Diane Lane son el realismo del film, tripulan el drama humano, premasticado y predigerido en tanta historia de iniciación de superpoderes vista y por ver desde que el comic es comic, y le aportan vitalidad señera y estatura de tribulación entre las ventajas de ser invisible y la aceptación del destino manifiesto de supercampeón. A Costner le bastan tres planos para devorarse la película, y a Diane Lane un poquito más para estrujarnos el alma desde la sobriedad contenida de su Martha Kent. La contundencia de cuerpo y voz en Russell Crowe como la conciencia de Jor-El, que se juega la patriada de establecer la tensión entre lo biológico y lo adoptivo, es la tercera pata de sustentación de lo mejor del film. Talento y versatilidad para moldear el supercarácter y señalar el camino de realización.

En su segunda mitad, El hombre de Acero toma la matriz de The Avengers y se hace macroscópica, las emociones quedan de lado y el bodrio del CGI y del diseño se lastran el metraje hacia el dominio de lo menos esclarecido. Zona Fantasma de los efectos especiales. Y sí, es verdad que The Avengers operaba desde una metodología similar, pero ponía toda la carne en el asador desde la evolución del efecto digital pero también desde la carnadura burbujeante de sus estampitas superheroicas, que metían tres chistes por segundo con el timing de un velociraptor humorístico ahí donde las papas de la solemnidad quemaban. El hombre de Acero no es superficie pop coruscante; es colores apagados y filtrados en su saturación hasta la experiencia limítrofe del neutro. Superman no puede ser cool porque es seriote y nunca se le cae la sota del retruécano fatal al estilo Tony Stark. Primer traspié que revela a Nolan autorreferenciándose desde la pompa orquestal de Hans Zimmer. En sus tramos finales, El hombre de Acero es un bodrio megalómano que quiere ser " larger than life " y se va al inframundo del artificio más descomedido e ininteligible. Superman quiere volar alto, pero es Facundo Cabral volando bajo. Una vergüenza de calzas apretadas que hace dolor los ojos y sangrar los oídos. Es como el travelling de Kapo de Pontecorvo, pero de los chiches de ordenador.

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jueves, 13 de junio de 2013

MANUAL DEL BUEN PSICÓPATA


                             STOKER                    por Leo Chubelich
Lazos perversos es la primera experiencia cinematográfica en inglés del realizador Park Chan-wook, y a juzgar por los resultados estamos en posición de decir que es esta una obra maestra, muy por encima de Oldboy y Thirst, lo cual ya es mucho decir. La película del surcoreano es un refrito de La sombra de una duda de Hitchcock, en la que una chica se relaciona afectivamente con su tío psicópata. El título real ( Stoker ) es una referencia a Bram Stoker, creador de Drácula, pero asimismo es una deformidad lingüística que alude a " stalker " o acosador. Algo de eso hay en Charles Stoker, el personaje interpretado por Matthew Goode. El tío Charlie visita por primera vez a su sobrina India ( Mia Wasikowska ) y a Evelyn, la madre de ella ( Nicole Kidman ). Lo hace en circunstancias nada placenteras: su hermano Richard Stoker ( Dermot Mulroney ) falleció en un accidente automovilístico. El tío, refinado y pagado de sí mismo, exuda una tranquilidad pasmosa, muy a contramano de su sobrina, que en el despertar sexual de sus mocedades, se siente fatalmente perturbada y atraída por el recién llegado.
Lazos perversos es la puesta en escena venenosa de un triángulo endogámico e incestuoso marcado por el simbolismo soterrado de la araña subiendo mansamente por la pierna de India. Es también un cuento depravado de iniciación sexual y delictual, de intimidad abyecta en forma de triángulo amoroso y lógica de tercero perjudicado. Como la araña, representación de que algo dotado de fuerza suave y engañosa se ha colado en esa familia burguesa, teje una madeja con denuedo y paciencia, la telaraña gótica de Park Chan-wook enreda ( y nos enreda ) a los participantes del juego, desnuda vulnerabilidades y arrasa con vestigios de inocencia. El tío Charlie es esa sensación de posesión de su propio centro gravitatorio maligno: nada escapa de su arbitrio. Como buen psicópata, sabe que resortes tensar, cuándo acelerar y desacelerar; y en su voracidad fetiche homicida ( la figura del cinturón de su hermano es significativa al respecto ) está muy cerca de ser una fuerza de la naturaleza.
Párrafo aparte para Park Chan-Wook y Chung-hoon Chung, su camarógrafo estrella, por hacer de la composición del cuadro una promesa, un compromiso de una belleza que no prescribirá nunca. En cada seco estallido de violencia, en la planificación visual y detallista de cada escena, en esa obsesión artie por hacer de ese descenso a los infiernos un frenesí visual poético, subyace la mejor, al menos por ahora, experiencia cinematográfica de este 2013.
 

lunes, 10 de junio de 2013

CANTAME LAS CUARENTA

THIS IS 40

" Faces es una película que me gustó realizar, porque me gusta ver cómo las cosas se van haciendo ", decía John Cassavetes. Y es que en su cine se daban una arrolladora impresión de espontaneidad, de evento que se detecta, de presencia dual de actor y personaje. Cassavetes era la estética de lo inacabado, la iluminación súbita, la amalgama de sublime y ridículo, la reducción al absurdo del alcance del lenguaje, la centralidad del vacío y la apuesta por una inmanencia absoluta hecha de cine y teatro. Cassavetes era lo enumerado y también el cine torrencial de vínculos e interacciones. Judd Apatow no es, claro está, Cassavetes, pero las explosiones donde subyace esa autosatisfacción perversa de oír el eco del argumento propio llamadas " discusiones de pareja " sabe plasmarlas con pericia. Eso sí, con mayor humanismo. " Bienvenido a los cuarenta " retoma la vida del matrimonio no protagonista de " Ligeramente embarazada "; es decir, a Paul Rudd y a Leslie Mann, y los muestra cumpliendo cuarenta. Y en ese trayecto ( el de una familia acomodada de Los Ángeles), Apatow concibe su " Alta fidelidad " de ese espacio de intimidad llamado pareja y de una franja etaria difícil sacándose de encima las dramatizaciones y turbulencias, mostrándonos que somos lo que fuimos, que es difícil contemporizar cuando de gustos se trata, con la sensación de que a esta edad es difícil cambiar y que a veces, si bien somos un archipiélado, deseamos ser una isla. Con ese humor inteligente que lo caracteriza, rebozado de múltiples alusiones a la cultura pop, Apatow cartografía un recorrido donde las limitaciones en la confianza en las propias fuerzas están como nunca expuestas, donde la omnipotencia de la juventud y esa idea proferida por Wilde acerca de que ese valor sólo se desperdicia en los jóvenes, cede a un lento fluir para no llegar jamás. Adolescentes chirriantes, padres reflexionando sobre los límites de sus hijos y cómo precisarlos, la responsabilidad por el tronco y las raíces de nuestra herencia ( léase progenitores ) duramente amenazada por las cuestiones de una economía envilecida, los padres ausentes y revestidos de teflón contra emociones filiales, los padres sexagenarios presentes con nuevos hijos gracias a la fecundación in vitro, los intentos de abrazar una vida sana hecha a base de dietas sin carbohidratos, las tentaciones de mirar un culo con un amigo a sabiendas de que te mira tu esposa... Apatow recorre el arco temático de los cuarenta blandiendo situaciones diarias, yuxtapuestas, que trabajan alternadamente las cuestiones afectivas, y lo hace con prestancia, tejiendo con una urdimbre de actos cotidianos, aparentemente inconexos, un cuerpo narrativo fluido. " Bienvenido a los cuarenta " es la idea de que un inventario preciso de ese momento no puede depararnos grandes expectativas de cambio; y la lleva a cabo con personajes reconocibles, cuasi universales, emocionales y emocionantes a tope. Esa especie de locura amable llamada familia, las obsesiones y manías por establecer el control, la declinación de la tolerancia ante las cuestiones electivas y esa sensación bien sartreana de que el infierno son los otros, no son más que los contratiempos de los cuales se transustancian los previstos de ese animal impiadoso llamado rutina.
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