viernes, 8 de febrero de 2013

LA OBSESION TIENE CARA DE MUJER

        LA NOCHE MAS OSCURA      Por Leo Chubelich

En " Vivir al límite ", Kathryn Bigelow mostraba a un grupo de desactivadores de bombas en Irak, y lo hacía, vaya si lo hacía, con una pericia demoledora. Bigelow siempre fue una directora especialista en mundos masculinos: su violencia, la ritualística de los códigos machistas, el tratamiento visual con abundantes planos detalle sobre los cuerpos masculinos. Y en aquella película que le valió el Oscar ( arrebatándoselo, de paso, a su ex James Cameron ), Bigelow acentuó algunos cambios en su trabajo, despegándose de las principales marcas del orillo de su cine de los '80 / '90, y abriéndose a nuevos procedimientos más veristas en lo cinematográfico. Pues bien, que también hay realismo y verismo cinematográficos, casi en la experiencia limítrofe del documental, en " La Noche más Oscura ", su última película sobre la captura y asesinato de Bin Laden. Si " Vivir al Límite " era un film sobre el peor Irak posible, en el sentido más infernal del término, y representativo del absurdo final de la guerra, " La Noche más Oscura " es la exacerbación de ese absurdo, un combate que se lleva a cabo en un terreno imposible, ajeno, impropio, nunca colonizado ni dominado. La película De Bigelow es la persecución tenaz de un fantasma. Y es asimismo la historia de una obsesión. Una obsesión de diez años por el criminal más famoso del último milenio. Aquí están los universos masculinos cerrados y dominantes, pero la protagonista es Jessica Chastain, una agente de la CIA dedicada, workaholic y obsesiva, que demuestra no diferir demasiado de sus colegas hombres: no hay casi emociones en la mujer, a excepción del apabullante final; tampoco se hace mención a su familia y afecciones legítimas. El personaje de Chastain es un sabueso dedicado, tan divertido como un ataque cardíaco, entregado a la misión, que por otra parte preconiza el estado de disolución del mundo y el sostenimiento del absurdo, componente vital, nodal, para entregarse a nuevos retos, nuevas disquisiciones, nueva logística aplicada. La mujer es, en estos términos, como el hombre moderno: alguien que sólo se justifica, siente placer, se entrega irremediablemente a una tarea única, constante y hecha de pilas y pilas de papeles y tiempo. Una máquina, un grano de arena, un engrane. La adicción no es, aquí, una carrera irremediable por el placer, sino otra cosa: el mecanismo de control absoluto para seguir manteniendo el estado de absurdo del mundo. A diferencia del James de " Vivir al Límite " que sí se consagraba a la acción más pura, irresponsable y adrenalínica, Doña Kathryn hace de su criatura un personaje de acción y también de burocracia. Y en eso la película es implacable, con las vicisitudes para darle luz verde a un operativo, las agobiantes reuniones militares con el objeto de discutir la inteligencia. Cada nueva misión es la puesta en escena de una molestia abstracta y absurda, y Bigelow filma con la elipsis como aliada, plantándose en las cuestiones de escritorio con rigor periodístico ( al respecto, mucho tiene que ver su guionista estrella y pareja en la vida real, el periodista Mark Boals ), y mostrando el derrumbe imperceptible pero seguro de Chastain. Así " La Noche más Oscura " va ganando, progresivamente y con timing, velocidad, musculatura, complexión proteica, vértigo y movilidad. Desde las operaciones que naturalizan la tortura como procedimiento de coacción ( Bigelow filma " lateralmente " con el sólo objeto de enunciar las siniestras operaciones de extracción de información llevadas a cabo por empleados de la Agencia, repugnantes hacedores del tormento sin otra vida que la del apriete, pero sin regodearse enfermizamente en el accionar, es decir, sin legitimación del método empleado ), pasando por los estallidos de violencia ( sabiamente dosificados en la trama y expuestos con la más absoluta pericia técnica ), hasta la tensión y el nervio para anunciar las nuevas calamidades misionales, estamos en presencia de un exponente fílmico que hace de la calma un caldo de cultivo para los estallidos musculares. A propósito, los últimos cuarenta y cinco minutos son de un nivel pasmoso, de excelencia y construcción metódica. Al igual que su protagonista femenina, mujer de armas tomar, Bigelow también se entrega por completo a su cine muscular. Cada nuevo plano, cada encuadre y cada detonación armamentística es una promesa en manos de esta tipa. El plano final, cerrado, sobre la cara de Chastain, las lágrimas inevitables de la descompresión, y la incertidumbre sobre los resultados, son la comprobación gozosa, a pura potencia cinematográfica, de que hay otras películas posibles de ahí en más. Bin Laden fue? es? un cadáver elusivo que se ha llevado diez años de su vida y la ha dejado en el pasmo de disponer nuevamente de una vida para decidir. L. C.

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La utilización de este enlace no persigue fin comercial alguno.

           
 
 

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