lunes, 20 de agosto de 2012

RADIOGRAFIA DE "BRUCE NOLAN"

BATIFONDO  Por Leo Chubelich


Atrás quedaron el Batman de la década del 60, televisivo y serializado, con sus sobreimpresos onomatopéyicos y su encapotado de hechura "dolce far niente", que de apolíneo (o relativo al dios Apolo) sólo tenía la "a" inicial de su protagonista, Adam West; también el de Tim Burton, al cual el director empapaba de su estética habitual de cuento de hadas; por no hablar de esa vergüenza por partida doble que fue el Hombre Murciélago de Joel Schumacher, relectura disléxica del kitsch de los sesenta en los noventa.

Dibujo: Leonardo Chubelich


El Batman de Nolan es un paramilitar post 11-S. El Batman de Nolan es un soldado que batalla en una Ciudad Gótica que es, a escala, real declaración del estado del mundo. Y si no, mírenle el traje al quía, que se asemeja a una armadura revestida de kevlar, capaz de disparar proyectiles lucíferos de fragmentación que operan como distractores, o las múltiples encarnaciones de esos shuriken con formita de murciélago que te arrancan la cabeza. Batman es el ideal de Frank Miller. No carga armas ni tiene cincuenta pirulos, pero te faja y después pregunta; si el contador de la mafia no es extraditado legalmente y como corresponde, el tipo va por las suyas a Hong Kong, lo secuestra y se lo entrega a la yuta gótica; si hay una amenaza de bomba y la ciudad no da abasto, el Hombre Murciélago propone un sistema de vigilancia absoluto, basado en la idea del sónar de los submarinos, e interviene todos los celulares de Gotham City hasta dar con el responsable. Y así podemos seguir citando vituperables violaciones por horas, porque este Batman es fiero, seco, cruel, en el límite de la deshumanización y con cara permanente de constipado. Este Batman no quiere que le toquen la cola, tan obsesionado como vive por la noción de control no puede permitirse mostrar la hilacha de la vulnerabilidad. Es la construcción arquetípica del héroe sin fisuras, el que resiste porque le sobra aguante, y sigue siendo EL REY. Gotham City es SU ciudad; y por más que adhiera a la idea de transmisión de mando en la figura icónica de la legalidad en Harvey Dent, Bruce Wayne vive herido en su narcisismo: no tolera, en su fuero más íntimo y recóndito, que se prescinda de su figura, que se minimice su autoridad, él es la fantasía distante de un self-made man convertido en institución paramilitar. Y si en "The Dark Knight", el villano llamado Joker era un isómero de iguales cualidades pero distinto en su demencia y parado en la vereda de enfrente, ahora está Bane, su verdadera némesis. Bane es, en "The Dark Knight rises", el abordaje definitivo del terrorismo y los terrores cotidianos. Es la amenaza interna que no usa túnica ni turbante ni tiene ascendencia islámica. Es la noche más larga del mundo que se cierne sobre la institucionalidad en tiempos dementes, y es tan bruto, quiebrahuesos y feral como el murciélago. Por primera vez hay una fuerza superior a la que le hace cosquillas la "filosofía de superación batmaniana". Es un tanque de superacción, sin sofisticación (a diferencia de nuestro lunático preferido, el Joker), que se lleva puesto todo con la voz de los indignados, de los que tienen menos y habrán de adquirir feroz conciencia de clase contra los capitalistas, y si los superhéroes, con sus superartilugios, nacieron y se consolidaron como agentes del capitalismo, deben necesariamente caer. Al fin de cuentas cuando Bruce Wayne no se entretiene siendo Batman es un ricachón ocioso y exhibicionista. ¿ Y no es Wayne, acaso, representación de la decadencia moral de Occidente ? En semejante marco geopolítico, la dualidad Wayne/ Batman debe ser pisoteada, aplastada como insecto. Si todo se funda en velocidad hiperviolenta, Nolan le concede un recreo al héroe a través del sexo con la enigmática Marion Cotillard. Es en esa desprolijidad en que se basa el deseo, en el apetito irrefrenable de la sangre bombeando hormonas, donde el Caballero Oscuro se humaniza, se nos hace próximo, cercano. Después, claro, volverán las pujas para ver quién la tiene más larga. Aunque sepamos que en este cuento demasiado real el que la tiene más larga es Nolan. L.C.






Montaje: Marcos Navarro


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