martes, 25 de septiembre de 2012

EL COLOR ESCARLATA

                                  TIERRA DE LOS PADRES              Por Leo Chubelich    
 
Las palabras se piensan, se repiten, se critican. Las palabras son acciones, son políticas y son política, son determinantes. Y no se discuten sólo las ideas sino, y sobre todo, la forma que éstas adoptan en el lenguaje. Hablar de "Tierra de los padres" de Nicolás Prividera implica hablar de la palabra íntimamente ligada a la Historia de nuestro país. La palabra ilustrada, florida, hecha dialéctica elegante para ilustrar el contrapunto rabioso entre dos modos de pensar y pensarse: el de los vencedores y vencidos; esa cosmovisión bipolar en que se ha refrendado nuestro país.
La idea de Prividera consiste en que distintas personas, bajo la forma de un poema - ensayo cinematográfico, lean a cámara distintos textos correspondientes a los "hacedores de la patria", alternando una idea de diálogo feroz entre el modo y el contenido: algunos serán lectores entusiastas; otros más cadenciosos y pausados; unos más titubeantes y trastabillantes; otros menos inteligibles, pero todos hablarán de la Historia con mayúscula de nuestra nación, atrincherada en la hipocrecía de sus monumentos patrios y en la cruenta tribuna de las diferencias entre civilizados y bárbaros, unitarios y federales, proletarios y oligarcas, dominantes y dominados, peronistas y anteperonistas, militares y subversivos. Todo ello en un espacio sobrecogedor y simbólico a la vez: el cementerio más antiguo de Buenos Aires, es decir, el cementerio de la Recoleta.
Prividera interpela al espectador con su dispositivo, nos obliga a pensar que el aliento vital de la República Argentina siempre se ha correspondido con los baños de sangre, con la brutalidad (reiterada en los textos) de la palabra "exterminio", con el negacionismo del que piensa diferente, la obliteración del adversario transfigurado en "enemigo". Los hacedores de la Patria han sido, a través de sus discursos fundacionales, padres violentos, caníbales, autoritarios, salvajes y amantes de las "soluciones definitivas". Los textos escogidos nos obligan a la reflexión porque son rupturistas desde su sustancia misma de corte ideológico, de marcado enfrentamiento, de reconocimiento de que alguien debe prevalecer sobre otro a través de la muerte. Es Thanatos sin Eros en la tierra de los muertos de la Recoleta, entre caducidad de polvo y retórica de mármol, entre augustas efigies presidiendo panteones y mausoleos, pero también entre la humanidad de los hombres que cuidan y preservan de la corrupción las tumbas, los laburantes anónimos que, a través de alguna charla circunstancial ligada a cuestiones de sueldos y dinero, habrán de dejar expuesta su fragilidad y al mismo tiempo su condición de guardianes de la muerte venerable, cifrada en tan abrumadora estatuaria. Para Prividera, de alguna manera, sus intérpretes lectores también están hechos de posteridad, como lo atestigua la desaparición, implícita condición evanescente, tras la lectura. Vivos integrados a los muertos, fantasmáticos, voces silenciadas que se cuelan en el recogimiento y la magna presidencia de tanta efigie doliente. Con "Tierra de los padres", Prividera elabora la respuesta a cómo narrar lo político, así, sin estridencias, con la dicotomía de voces encontradas que dan cuenta de los baños de sangre de los cuales estamos forjados, reinventados una y mil veces para regresar a reinventarnos en los baños de hemoglobina que serán. Prividera es audaz porque, en sus palabras, hay que "jugar al desencanto o a la profecía social", dejar testimonio de las luchas intestinas, de la sinrazón, de los exilios del cuerpo y del alma, de las desapariciones y de tanto poder detentado, mal parido, malhablado a pesar de tanta pluma elegante. No estamos hechos de ríos de tinta sino de ríos de sangre, como ese río de la Plata de los tramos finales.
"Tierra de los padres" exige, demanda de un espectador atento y despierto, dispuesto a dejarse llevar por su aparente inmovilidad, a adentrarse en vastos páramos de ficcionalización de la barbarie colectiva. Es una visión de la Historia, un recorte, y tal vez sea ese el principal déficit de su factura, pero una de las visiones posibles que dará paso a nuevas formas de repensarnos. Será de otros, tal vez, ocuparse de otros segmentos siniestros de nuestra vida política y social como la asonada del 6 de setiembre de 1930 que otorgaba legalidad al golpe de estado citando erróneamente a Constantineau o la infame " Revolución Argentina " que derrocó a uno de los presidentes más honestos que tuvo este país, el dr. Arturo Illia.
Sobre el final de su viaje (que es, asimismo, también el nuestro como hijos de la generación violenta de 70), "Tierra de los padres" utiliza el "Va, pensiero", coro del tercer acto de la ópera Nabucco, de Verdi, que posteriormente fue adoptado como himno resistente contra el exilio y la nostalgia por los patriotas italianos que bregaban por la unidad nacional y la soberanía, para conectar el cementerio oficial con el no oficial, ese desierto líquido hecho de inmensidad e interrogantes y que recibe el nombre de río de la Plata. L.C.

TRAILER - TIERRA DE LOS PADRES


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