sábado, 28 de septiembre de 2013

EL CAMPEÓN DE LOS QUEJOSOS

                                                           CLEAR HISTORY                               por Leo Chubelich

Larry David es un experto en marketing de Silicon Valley que se pelea con su jefe ( Jon Hamm ) por discrepancias acerca del nombre escogido para un nuevo auto. Renuncia así a un porcentaje accionario del 10 %, pero como es habitual en las causas que lo involucran, perdidas de antemano, el rodado se convierte en un éxito y David en un hazmerreír nacional. Ante el oprobio, cambia de apariencia, de identidad y trata de empezar de nuevo en las relajantes playas de Martha's Vineyard, pero años después llega a su terruño adoptivo el ex socio que lo despojó de la gloria, y las cosas se vuelven asombrosamente incómodas y enredadas. Estamos hablando de ' Clear History', la nueva película que el capocómico filmó para HBO con dirección a cargo de Greg Mottola, que le permite a David llegar a asombrosos niveles de quejosidad biliosa.

' Curb Your Enthusiasm ' ( " no exageres tu entusiasmo " ) era una extensión, mutación, sobredimensionamiento del mundo Seinfeld. El abismo kiarostamiano del sujeto real y su ficción dentro de la ficción contemplativa de los genuinos nombres propios encontraban en ese nuevo género televisivo, el doc-com ( versión documental de la antigua sitcom ), un nuevo terreno a ser abonado. CYE tenía una estrategia narrativa consistente en trabajar varios frentes a la vez, con la lógica interna del gag postergado, donde todo siempre podía encaminarse al malentendido. Era la máxima sartreana, la misma que reza que " el infierno son los otros ", llevada al límite como modo de vida oscuro y melancólico.
' Clear History ' es la continuación de esa política televisiva por otros medios, casi como un capítulo amplificado del popular programa que reinsertó a David en el mapa de los seriales. Aquí reinan las tragedias domésticas y la tenacidad de una " ley de Murphy " inclemente y sin interrupciones, elementos que le permiten a David desplegar su estilo corrosivo de gags maliciosos. La paranoia como estado mental inevitable, cosa que heredó claramente de Woody Allen, con quien trabajó en " Que la cosa funcione ", y la costumbre de despotricar contra todo y todos: la comida, el sexo, el rumor de que su ex alguna vez le practicó sexo oral a los integrantes del grupo Chicago, hacen de ' Clear History ' una apuesta sensible a un humor nuevo, fuera de ese coto cerrado llamado " Nueva comedia americana ", y con reglas propias.
La música incidental deliciosa, elemento estilístico tributario de Allen, y un reparto consagrado ( Michael Keaton en plan eremita hillbilly trastornado, por caso ) que nunca desentona, bien imbricado en el relato, le permiten a David rendirle homenaje al cine de oro de Hollywood, representado por " The Fountainhead ", la novela que le trajo éxito a Ayn Rand y que fue llevada al cine en 1943 por King Vidor, con Gary Cooper como protagonista. El visionado de esta película, cuyo protagonista se llama Howard Roark y es coincidente con el nombre con que fue bautizado el proyecto automotor que truncó la carrera de David como especialista en marketing, aportará la idea de la descabellada venganza. Como siempre, y como todo tiene que ver con todo, cualquier subtrama o elemento introducido conspiran en desfavor de nuestro antihéroe. La revolución instalada por David es la concatenación cómica de todas las situaciones y su desembocadura en la ironía feroz. " Clear History " es la apuesta artesanal de un genio creativo como pocos. Su visión del mundo, pavorosa, incomprendida por los demás, en la que el horror y la prolijidad de lo real no tienen afuera es el nuevo legado de David contra el canon instalado.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

GENERACIÓN GEEK

                                  APRENDICES FUERA DE LÍNEA              por Leo Chubelich

Dos vendedores de Atlanta, de esos que memorizan el nombre de la hija de su cliente para privilegiar con calidez el vínculo y así poder concretar la venta, se quedan sin trabajo, sin empresa, se convierten en herramientas oxidadas de ese intercambio negocial de la " vieja escuela ", orientado a crear lazos inmediatos con el comprador, y deciden ( mediante algunas añagazas que favorezcan la inserción ) probar suerte en Google, en Silicon Valley, en una pasantía, que no resulta otra cosa que una competencia salvaje y desventajosa con otra gente, más joven e infinitamente mejor preparada. A partir de esos elementos claros, transparentes, bien delineados, se arma ' Aprendices fuera de línea ', la última película del tándem Owen Wilson/ Vince Vaughn.
La película es una celebración de Google y de sus posibilidades operativas, de sus ideas, de los mecanismos de captación masiva del usuario " online " y del escéptico " offline ", de su funcionamiento inserto en la cotidianidad, tanto puertas adentro como puertas afuera. Desconozco cómo se trabaja en la empresa, pero uno cree que en tales ámbitos, la presión ha de ser una carga pendiente como espada de Damocles. Nada de eso acontece en "Aprendices fuera de línea ", empeñada por mostrarnos un mundo de colores chillones, altruísta e ideal.
Todos los estereotipos posibles son usados afanosamente: la interna atractiva y ' workaholic ' y desprovista de vida social; el jefe severo pero justo y de buen corazón; el nerd que no conoce de infatuaciones a la hora de arrimársele a la chica más hot del barrio; el villano egoísta y utilitarista, ninguneador y pedante, dispuesto a cualquier cosa para quedarse con la pasantía. El film no retrata, aún dentro de los cánones de la comedia y asumido desde esa perspectiva, innovación con innovación, originalidad con -al menos- la búsqueda de otra originalidad formal ( los módulos para la siesta no alcanzan para hacer plausible alguna sorpresa ), sino que se contenta con enhebrar las vicisitudes de sus dos protagonistas, un manual de pequeñas derrotas y " grandes éxitos " que ineludiblemente llevan a la superación.
 
Algunos buenos chistes, un elenco cómico excelente y la confianza en un mundo mejor gracias a la democratización aperturista e iluminada de la tecnología, no alcanzan. Claro, el director es Shawn Levy, un mediocre probado en bodrios execrables como " Más barato por docena " y " La pantera Rosa " con Steve Martin y Beyoncé, y responsable de lastrarse el paquete con su inimitable inanidad a la hora de la puesta en escena. Cuando creíamos que nadie podía filmar un partido de Quidditch tan horrendo como el de " Harry Potter y la piedra filosofal " aparece este tipo y entrega algo peor, tan desprovisto de nervio que hace que la larga secuencia de la primera del niño mago parezca la Rollerball del 75' en comparación. Ni hablar del trazo grueso de todo aquel personaje destinado al secundario, absurdamente sacrificado ' pour la gallerie ' . Es decir, giros o ideas con un alto porcentaje de demagogia, y nada más.
Si " Aprendices fuera de línea " funciona moderadamente es porque Owen Wilson y Vince Vaughn son dos cracks humorísticos que saben de qué va la complementación y el humor inteligente ( recordemos que Vaughn es además escritor del guión ), porque papeles secundarios están jugados con grandeza en pocos minutos ( al respecto, resulta capital la aparición de Will Ferrell, incendiario y claramente ubicado en la pole position de este bodoque ), porque la subtrama romántica entre Wilson y Rose Byrne es creible desde la espontaneidad de los actores ( la cena en el restaurant me sacudió profundamente la abulia ) y porque hay una tradición en la comedia, claramente identificada con lo políticamente incorrecto y alejada de las aguas del cálculo, que ni el mismísimo Levy puede destruir con tanta torpeza.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

A LAS TRES Y SIETE...

                             EL CONJURO                      por Leo Chubelich

Películas de terror hay muchas. Películas de terror con golpes de música o sonido de los que tanto se suele abusar en el cine de género contemporáneo -aunque este recurso, llamado " bus effect ", apareció en 1942 con ' La mujer pantera ' de Jacques Tourneur y se le puso ese nombre porque alude a una escena en la que la llegada de un micro y el ruido que este hace alteran el silencio que había hasta ese entonces y, por ende, genera un estado de shock en el espectador- , pero sin consecución de imágenes que refuercen el susto. Películas de terror sin un mísero sobresalto. Y demasiadas películas de horror, en la que la mostración sólo tiene por objeto la destrucción parcial o total del cuerpo humano. Pero de repente, irrumpe " El conjuro ", de James Wan, y con ella la saludable intención de la vuelta ( ya desde los títulos ) a los ' seventies '; a esa época del chucho para sufrir con gusto.

" El conjuro ", al igual que la extraordinaria " La noche del demonio " del mismo director, precedente en la materia al que no supera, recupera algo fundamental para el género: la chance de contar una historia con la convicción y la legibilidad indispensables para ganarse la atención del espectador. Para ello, el film de Wan se debate entre las distintas convenciones del cine de terror. Tenemos películas de fantasmas, películas de demonios y películas de posesiones, y que esas cosan vienen de a una. Pero aquí, en paralelismo con " La noche del demonio ", tenemos todo junto como en botica: hay fantasmas okupas de una casa habitada por una familia en peligro, está el demonio en plan subyacente para cobrarse a sus víctimas, y hay una inocente en vías de ser poseída.
Esta nueva incursión de Wan en el género amalgama a una familia clase media amenazada por un mal ancestral, y a una pareja de especialistas en fenomenología sobrenatural, con prestancia de cine clásico, tomándose todo el tiempo del mundo para participarnos de la evolución de la perturbación, dosificando la información con nobleza y de a poco, porque para asustar también hay que saber crear un lazo empático entre nosotros, los observadores, con los personajes. " El conjuro " regurgita, con maestría y desde el uso de la cámara virtuosa, homenajes más o menos evidentes; algunos explícitos y otros no tanto. El tono seco y realista recuerda a ' El exorcista ', mientras que el entramado remite a películas de fantasmas como ' Al final de la escalera ' de Peter Medak ' y ' Poltergeist ' de Tobe Hooper. Se hace cargo de los climas, se hace cargo de secuencias con esplendor, como esa en la que el reloj da las tres y siete de la mañana, la hora señalada por la maldición en la que las almas humanas están en peligro.

' El conjuro ' ejerce su prepotencia talentosa en el modo de utilizar los espacios cerrados, ingeniándoselas para fatigarlos sin fatigar al espectador, estirando las situaciones para trabajar con denuedo el clima, angustiando al espectador en esa espera que tantas veces antes se resolvió con volatilidad de pavote golpe de efecto. Hay intérpretes creíbles, por los cuales tomamos partido, y un camino tortuoso en el que la iniquidad no ha de mermar jamás. Es la vieja bipolaridad entre el bien y el mal, tantas veces ninguneada desde la inanidad y la previsibilidad, la que está en juego desde el minuto cero. ' El conjuro ' integra subtramas, como aquella de la muñeca, para desestabilizar al espectador con efecto distractor, sin ardides arteros, con la confianza de perderlas y recuperarlas en el momento menos pensado, y cuando creíamos que ya no se retomarían.


' El conjuro ' es y también no es porque, a diferencia de ' La noche del demonio ', que añadía a los efectos de sonido o ruidos, imágenes que asustaban aún más, trabajando exponencialmente el susto desde la variedad diurna o nocturna, al preocuparse por la confección y la mecánica de presentación y espesor de los personajes, a veces se olvida del sobresalto, o se demora en la materialización del mismo. Wan se deja seducir por las dinámicas familiares, sus fortalezas y debilidades, los vínculos entre las distintas franjas etarias de las hijas y el apego a lo racional frente al desenvolvimiento imparable de lo innombrable. Es loable su intención de escamotearnos la fisicidad del cuco para no sucumbir al burdo efectismo, pero en los tramos finales, con ese desenlace a puro exorcismo, pifia en el sendero escogido, tal vez porque difícilmente se pueda superar esa cumbre del cine de terror llamada ' El exorcista '. A pesar de ello, Wan sabe que este es el camino, que aquí está el centro nodal para salirse del canon establecido, como Scott Derrickson en ' Sinister '; como Fele álvarez en ' Evil Dead '; como Rob Zombie en ' Lords of Salem ', un especialista en esto de revisitar los modos del cine setentoso.

' El conjuro ' es un cuento de terror como los de antaño, soberbiamente filmado. Un viaje a la época en que el cine de terror era asunto serio, profesionalizado, al tiempo de las películas para no dormir. Ideal para ser visionada a las tres y siete de la mañana de cualquier noche que, con su tiniebla y astronomía, quiera acogernos en el viaje. L.C.


jueves, 1 de agosto de 2013

WOLVERINE - INMORTAL

          UÑITAS DE ADAMÁNTIUM          por Leo Chubelich

Alguna vez creímos que Wolverine, cortado solo y sin la compañía de la selección mutante de Marvel, daría la talla en la pantalla. Está claro que ' X-Men Origins: Wolverine ' resultó un fracaso de la cabeza a los pies, con los dos peores pecados que el cine de superhéroes puede cometer: la falta de nervio cinematográfico y el vacío de cualquier otra idea que no fuera la explotación burda de la Jackmanía. Además, la pérdida de la dignidad se llevaba puesto a uno de los villanos más perversos y cínicos de la compañía comiquera, el sanguinario Deadpool. Ahora llega a los cines esta nueva entrega bautizada ' Wolverine: Inmortal ' que toma elementos de ' Wolverine ', ese maravilloso comic canónico pergeñado por Frank Miller/ Chris Claremont en la década del 80'. La épica romántica, la lucha por el honor y la inserción del mutante canadiense en tierras impropias, todos elementos que refundaron al personaje a nivel historietístico, son tópicos tocados apenas tangencialmente en esta nueva apuesta cinematográfica, esta vez dirigida por James Mangold. Los Avengers de Joss Whedon nos había dejado el gigantismo del placer amplificado hasta alcanzar el tamaño de Manhattan y transmitido en colores y a todo el ancho de la pantalla, lección muy difícil de empardar para cualquier cineasta preocupado por llevar estas sagas superheroicas al terreno cinematográfico. La película de Mangold apuesta a la contundencia de la materialidad cuasi artesanal, con músculos sudorosos, drama, locaciones exóticas y artes marciales como combustible, casi prescindiendo del CGI, o puntuándolo aquí y allá con mesura.
 

No lo logra nunca - o casi nunca - porque detrás de cámaras no hay un cineasta de fuste como sí lo es Whedon, señor talento por detrás de una de las obras maestras de la historia audiovisual mundial: Buffy The Vampire Slayer. Tenemos Japón, algún villano nunca abordado ( la peligrosa Viper ), presencia romántica del elemento femenino en la belleza de porcelana Mariko Yashida, la ronin Yukio, ninja...s y el monstruoso Silver Samurai hecho de adamántium, pero no tenemos osadía, gustito por el riesgo, irresponsabilidad -que se eso se trata- para llevar la cosa al Parnaso cinético. ' Wolverine: Inmortal ' tiene sudor y músculos anabolizados pero abdica de la sangre; Tiene peleas por doquier pero el montaje frenético y la no utilización del ancho de pantalla nos ningunean la fiesta; Tiene esgrima de metales filosos ( a propósito, ¿ no era que el adamántium, la aleación más completa, era capaz de cortar todo otro metal como si se tratara de mantequilla ? ) pero la abulia se fagocita el cuadro y todo interés. La respuesta es que Mangold es incapaz de sacarle punta a los varios géneros con los que el film coquetea, y para colmo cualquier pincelada de humor nos ha sido birlada porque Logan es seriote, grave y está lastrado por los traumas que involucran a Jean Grey, el amor de su vida que tuvo que asesinar en el último eslabón de la franquicia X-Men.
Ese estado como de condena a resiliencia perpetua del héroe, un verdadero incordio machacado por la presencia fantasmática de Famke Janssen, encuentra minúsculo oasis en los momentos en que la película se abre a la diversidad intercultural. Instantes reposados de educación cultural y sentimental. Pura experiencia inmersiva de un occidental en Oriente. Distintas formas de interpelar un dolor primario a través de la revolución transformadora de la mujer. Pocas veces una película ha intentado ser respetuosa de otras culturas diferentes a la norteamericana predominante, modesto y discreto fulgor que cede su brevísimo espacio al festival consabido de la gansada digital. En los créditos hay información que remite a " viejos conocidos ", una coda que nos avisa que el martirologio de los cuadritos en la pantalla -con negocio multimillonario incluido- nunca termina. Una pena por Hugh Jackman que, a los ponchazos y con la mayor entereza posible, se calza el overall del héroe con la sagrada entrega del clasicismo. Tal vez la tercera sea la vencida. Tengamos salud.

jueves, 27 de junio de 2013

SIN RIESGO

                   GUERRA MUNDIAL Z      Por Leo Chubelich

A ver, ¿ por dónde empezar ? Fui a ver Guerra Mundial Z , la última de Brad Pitt que utiliza el remanido tópico de los zombies como acabóse apocalíptico, y hay varias cuestiones a considerar, así, en caliente, y sin vueltas.
Imposible no hablar de Romero, creador de estos films de terror celebratorio de las vísceras por las vísceras en sí, experimentando muchas veces la delgada línea que divide el grotesco terrorífico del grotesco cómico, pero insuflándole sus obsesiones sociales en forma de muertos vivos. Romero fue ( y es, probablemente, en tanto renueve una y otra vez su obsesión ) un director antisistema, demoledor de instituciones a través de una metafórica política de la que adolece Guerra Mundial Z.
La película de Marc Forster, basada en una obra literaria de Max Brooks llamada World War Z: An Oral History of the Zombie War, narra las vicisitudes de una ficticia conflagración global contra los zombies, la búsqueda del " paciente cero " para la creación de un antídoto a la epidemia, hasta la culminación de esa sensación de no futuro como algo permanente a través de la lucha armada y la resistencia. La invasión arranca sin farragosos preámbulos ( gracias por evitarnos esos momentos idílicos de familia funcional y perfecta ), cuando Gerry y Karen Lane ( Brad Pitt y Mireille Enos ) llevan a sus niños al colegio y súbitamente quedan atrapados en una revolución " undead ". Cuando la supervivencia de la familia queda asegurada en un portaaviones, la película se centra en los esfuerzos de Pitt, un ex agente de la ONU acostumbrado a desempeñarse en territorios peligrosos, por conseguir el Agente Cero y generar un antídoto/ vacuna.

Para ello Guerra Mundial Z se vuelve frenética en su desplazamiento siempre hacia adelante, embrollándose con la acumulación de locaciones extranjeras y la aparatosidad de sus escenas de acción que la vuelven una película infecto-virósica-catastrófica à la Bourne.
De las búsquedas temáticas de Romero, siempre orientadas al contenido social y político, no queda nada. Guerra Mundial Z es cine qualité de muertos vivos. Apenas un esbozo de manipulación extorsiva en la escena en que Pitt es reclutado con procedimientos coactivos por el militar de turno, bajo amenaza de dejar a su familia en estado de indefensión ante la revolución zombie, que es menos crítica mordaz que disparador expeditivo del desempeño individual del héroe.


En este batiburrillo de invenciones gráficas no hay lugar para zombies lentos y de pies arrastrados, sino más bien verdaderos ríos procelosos de brutalidad indómita. El acierto del film es presentar a su amenaza como un rito de cuerpos apiñados con reflejos metahumanos, mezcla de velociraptores y afición futbolera. La salvaje escalada de violencia del primer cuarto de hora parece capaz de destruir el universo. La ola de México 86 hecha castañeteo de dientes. 
No es cierto que esta sea una película individualista o personalista, sino integracionista. Es gracias a sus pequeñas sociedades y sacrificios que el desenvolvimiento individual del héroe se hace posible, se allana, se enriquece. Son vivaces formas de solidaridad plantadas aquí y allá por el prójimo, y para ello Brad Pitt se juega la vida, a puro empuje del cuerpo eléctrico en las secuencias vertiginosas y a pura fuerza emotiva en aquellas más intimistas. El actor nos convence de ser un buen padre de familia, un hombre preocupado por el entorno y un tipo espiritualmente sensible a los vaivenes del jaqueado factor humano. Su arrojo voluntarista y tozudo también es una pequeña flor entre tanto gasto megalómano.

Y para el final, Marc Forster, ay Forster de mi vida! Este es el momento de desacralizar tu tarea rimbombante y engrupida. Forster, director mediocre si los hay, es un incapaz. Incapaz de filmar con coherencia algunas escenas ( el primer encuentro de Pitt cara a cara con los zombies y en la escalera es un catálogo de errores pésimamente coreografiados desde un montaje confundido ) así como de venerar la adrenalina con comprensión del lenguaje audiovisual. Forster no hace acción viva y animada por el espíritu superior del movimiento absoluto, sino cálculo de desperdicio gratuito. Hay algo de previsibilidad torpe, de planificación irresoluta de tanta velocidad descomedida. A Forster le dieron una Ferrari ( se habla de un presupuesto enfermo de gigantismo de 225 millones de verdes ) pero maneja como un muerto vivo clase B, desganado y parsimonioso, a pesar de tanto utilitarismo veloz. Guerra Mundial Z es pretenciosa porque pretende aprehender el milagro ontológico del cine por el movimiento, pero se pierde en sus fueguitos artificiales para conmover retinas, las malas decisiones de guión, las simplificaciones entre países primermundistas y países de tercera y los finales apresurados y desprovistos de nervio. Un director más personal hubiera cumplido más allá del mero entretenimiento correctito.

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lunes, 17 de junio de 2013

EL HOMBRE DIGITAL

          EL HOMBRE DE ACERO       Por Leo Chubelich

Yo recuerdo que en el año 1981, cuando tenía once años, se estrenó Superman 2, dirigida por ese olvidado gran director llamado Richard Lester ( que dicho sea de paso dirigió dos películas seminales de los Beatles, que dieron el puntapié inicial para lo que luego sería la estetización del videoclip: A Hard Day's Night y Help ). Recuerdo que Terence Stamp era el general Zod, y que cada vez que aparecía, la película, ese universo cerrado siempre a punto de colapsar, metía miedo e inquietud. Recuerdo que había momentos claramente Hamlet en el argumento ( yo no sabía en ese momento lo que era eso ) y que la información contextual del código genético de las peleas entre el hijo de Kryptón y esos tres descastados compatriotas evadidos de la Zona Fantasma, llamados Zod, Ursa y Non, era clara y precisa, contundente en su materialidad del aquí y allá, del de dónde venían los bifes y hacia dónde iban. Y claro, estaban Cristopher Reeve y Margot Kidder, que se morfaban el cuadro a puro amor y deseo cada vez que aparecían. Todo esto para hablar de El hombre de Acero, la película de Zack Snyder o de Christopher Nolan, omnipresente como productor y coautor junto a David Goyer de esta nueva gesta fundacional ( origin story ) del alienígena más famoso del comic. Película extraña, rara, ampulosa, grandilocuente, operística, bombástica y jodida la de este muchacho Snyder,como si las nuevas tecnologías gigantistas del CGI hubieran chocado con un tono más intimista `ala Terrence Malick.
En El hombre de Acero hay un tiempo para contar la historia formativa del superhéroe, a través de la inserción de sucesivos flashbacks, que va desde la invisibilidad, la concientización de la identidad, el rechazo y la aceptación del moderno Prometeo. Como a Henry Cavill, reencarnación del mito de Apolo, la empresa le quedaba decididamente grande, Snyder ( o Nolan ) decidió hacerlo jugar en una liga habitada por actores clásicos, de renombre, de esos que tienen garantizado el Olimpo interpretativo a fuerza de magnetismo presencial. Es gracias a que esta gente posee su propio centro gravitatorio frente al cual nada escapa, que la película, en sus momentos reposados e intimistas, alcanza altura emotiva. Russell Crowe, Kevin Costner y Diane Lane son el realismo del film, tripulan el drama humano, premasticado y predigerido en tanta historia de iniciación de superpoderes vista y por ver desde que el comic es comic, y le aportan vitalidad señera y estatura de tribulación entre las ventajas de ser invisible y la aceptación del destino manifiesto de supercampeón. A Costner le bastan tres planos para devorarse la película, y a Diane Lane un poquito más para estrujarnos el alma desde la sobriedad contenida de su Martha Kent. La contundencia de cuerpo y voz en Russell Crowe como la conciencia de Jor-El, que se juega la patriada de establecer la tensión entre lo biológico y lo adoptivo, es la tercera pata de sustentación de lo mejor del film. Talento y versatilidad para moldear el supercarácter y señalar el camino de realización.

En su segunda mitad, El hombre de Acero toma la matriz de The Avengers y se hace macroscópica, las emociones quedan de lado y el bodrio del CGI y del diseño se lastran el metraje hacia el dominio de lo menos esclarecido. Zona Fantasma de los efectos especiales. Y sí, es verdad que The Avengers operaba desde una metodología similar, pero ponía toda la carne en el asador desde la evolución del efecto digital pero también desde la carnadura burbujeante de sus estampitas superheroicas, que metían tres chistes por segundo con el timing de un velociraptor humorístico ahí donde las papas de la solemnidad quemaban. El hombre de Acero no es superficie pop coruscante; es colores apagados y filtrados en su saturación hasta la experiencia limítrofe del neutro. Superman no puede ser cool porque es seriote y nunca se le cae la sota del retruécano fatal al estilo Tony Stark. Primer traspié que revela a Nolan autorreferenciándose desde la pompa orquestal de Hans Zimmer. En sus tramos finales, El hombre de Acero es un bodrio megalómano que quiere ser " larger than life " y se va al inframundo del artificio más descomedido e ininteligible. Superman quiere volar alto, pero es Facundo Cabral volando bajo. Una vergüenza de calzas apretadas que hace dolor los ojos y sangrar los oídos. Es como el travelling de Kapo de Pontecorvo, pero de los chiches de ordenador.

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jueves, 13 de junio de 2013

MANUAL DEL BUEN PSICÓPATA


                             STOKER                    por Leo Chubelich
Lazos perversos es la primera experiencia cinematográfica en inglés del realizador Park Chan-wook, y a juzgar por los resultados estamos en posición de decir que es esta una obra maestra, muy por encima de Oldboy y Thirst, lo cual ya es mucho decir. La película del surcoreano es un refrito de La sombra de una duda de Hitchcock, en la que una chica se relaciona afectivamente con su tío psicópata. El título real ( Stoker ) es una referencia a Bram Stoker, creador de Drácula, pero asimismo es una deformidad lingüística que alude a " stalker " o acosador. Algo de eso hay en Charles Stoker, el personaje interpretado por Matthew Goode. El tío Charlie visita por primera vez a su sobrina India ( Mia Wasikowska ) y a Evelyn, la madre de ella ( Nicole Kidman ). Lo hace en circunstancias nada placenteras: su hermano Richard Stoker ( Dermot Mulroney ) falleció en un accidente automovilístico. El tío, refinado y pagado de sí mismo, exuda una tranquilidad pasmosa, muy a contramano de su sobrina, que en el despertar sexual de sus mocedades, se siente fatalmente perturbada y atraída por el recién llegado.
Lazos perversos es la puesta en escena venenosa de un triángulo endogámico e incestuoso marcado por el simbolismo soterrado de la araña subiendo mansamente por la pierna de India. Es también un cuento depravado de iniciación sexual y delictual, de intimidad abyecta en forma de triángulo amoroso y lógica de tercero perjudicado. Como la araña, representación de que algo dotado de fuerza suave y engañosa se ha colado en esa familia burguesa, teje una madeja con denuedo y paciencia, la telaraña gótica de Park Chan-wook enreda ( y nos enreda ) a los participantes del juego, desnuda vulnerabilidades y arrasa con vestigios de inocencia. El tío Charlie es esa sensación de posesión de su propio centro gravitatorio maligno: nada escapa de su arbitrio. Como buen psicópata, sabe que resortes tensar, cuándo acelerar y desacelerar; y en su voracidad fetiche homicida ( la figura del cinturón de su hermano es significativa al respecto ) está muy cerca de ser una fuerza de la naturaleza.
Párrafo aparte para Park Chan-Wook y Chung-hoon Chung, su camarógrafo estrella, por hacer de la composición del cuadro una promesa, un compromiso de una belleza que no prescribirá nunca. En cada seco estallido de violencia, en la planificación visual y detallista de cada escena, en esa obsesión artie por hacer de ese descenso a los infiernos un frenesí visual poético, subyace la mejor, al menos por ahora, experiencia cinematográfica de este 2013.
 

lunes, 10 de junio de 2013

CANTAME LAS CUARENTA

THIS IS 40

" Faces es una película que me gustó realizar, porque me gusta ver cómo las cosas se van haciendo ", decía John Cassavetes. Y es que en su cine se daban una arrolladora impresión de espontaneidad, de evento que se detecta, de presencia dual de actor y personaje. Cassavetes era la estética de lo inacabado, la iluminación súbita, la amalgama de sublime y ridículo, la reducción al absurdo del alcance del lenguaje, la centralidad del vacío y la apuesta por una inmanencia absoluta hecha de cine y teatro. Cassavetes era lo enumerado y también el cine torrencial de vínculos e interacciones. Judd Apatow no es, claro está, Cassavetes, pero las explosiones donde subyace esa autosatisfacción perversa de oír el eco del argumento propio llamadas " discusiones de pareja " sabe plasmarlas con pericia. Eso sí, con mayor humanismo. " Bienvenido a los cuarenta " retoma la vida del matrimonio no protagonista de " Ligeramente embarazada "; es decir, a Paul Rudd y a Leslie Mann, y los muestra cumpliendo cuarenta. Y en ese trayecto ( el de una familia acomodada de Los Ángeles), Apatow concibe su " Alta fidelidad " de ese espacio de intimidad llamado pareja y de una franja etaria difícil sacándose de encima las dramatizaciones y turbulencias, mostrándonos que somos lo que fuimos, que es difícil contemporizar cuando de gustos se trata, con la sensación de que a esta edad es difícil cambiar y que a veces, si bien somos un archipiélado, deseamos ser una isla. Con ese humor inteligente que lo caracteriza, rebozado de múltiples alusiones a la cultura pop, Apatow cartografía un recorrido donde las limitaciones en la confianza en las propias fuerzas están como nunca expuestas, donde la omnipotencia de la juventud y esa idea proferida por Wilde acerca de que ese valor sólo se desperdicia en los jóvenes, cede a un lento fluir para no llegar jamás. Adolescentes chirriantes, padres reflexionando sobre los límites de sus hijos y cómo precisarlos, la responsabilidad por el tronco y las raíces de nuestra herencia ( léase progenitores ) duramente amenazada por las cuestiones de una economía envilecida, los padres ausentes y revestidos de teflón contra emociones filiales, los padres sexagenarios presentes con nuevos hijos gracias a la fecundación in vitro, los intentos de abrazar una vida sana hecha a base de dietas sin carbohidratos, las tentaciones de mirar un culo con un amigo a sabiendas de que te mira tu esposa... Apatow recorre el arco temático de los cuarenta blandiendo situaciones diarias, yuxtapuestas, que trabajan alternadamente las cuestiones afectivas, y lo hace con prestancia, tejiendo con una urdimbre de actos cotidianos, aparentemente inconexos, un cuerpo narrativo fluido. " Bienvenido a los cuarenta " es la idea de que un inventario preciso de ese momento no puede depararnos grandes expectativas de cambio; y la lleva a cabo con personajes reconocibles, cuasi universales, emocionales y emocionantes a tope. Esa especie de locura amable llamada familia, las obsesiones y manías por establecer el control, la declinación de la tolerancia ante las cuestiones electivas y esa sensación bien sartreana de que el infierno son los otros, no son más que los contratiempos de los cuales se transustancian los previstos de ese animal impiadoso llamado rutina.
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sábado, 27 de abril de 2013

LA CAUSA Y LAS CONSECUENCIAS

                            THE MASTER                    Por Leo Chubelich

Vi " The Master ", la última película de Paul Thomas Anderson, que se ha vuelto un tanto inaprehensible para el espectador promedio desde los tiempos de " Petróleo sangriento ". Antes y durante, " Magnolia " era un drama coral con mucho de tracto de autoayuda y exposición de " verdades trascendentes sobre el estado del mundo ", muy en la línea de Iñarritu pero sin tanto cretinismo, y " Embriagado de amor " era más sanguínea en la puesta en escena de las taras de sus personajes. " The Master " está, como bien la definió Jaime Pena, en la frontera de la atonalidad. Anderson se mueve en una puesta en escena fría, cerebral, intensa pero nada cálida ( las actuaciones siempre están en la experiencia limítrofe del desborde, pero también de la planificación de laboratorio, lo cual conspira en gran parte de sus tramos ), para contar la historia de un marino de la Segunda Guerra Mundial ( un perturbado Joaquin Phoenix ) abducido como asistente de un predicador - o charlatán - , líder de un clan cientificista llamado " la Causa " e interpretado por Phillip Seymour Hoffman. Hay una idea de la familia, piedra angular y basal del culto, que atemoriza a puro distanciamiento afectivo y pulsiones reprimidas, como se evidencia en el personaje ambicioso e insidioso de Amy Adams, esposa del líder del culto. " The Master " nunca da a entender que el culto al que adscribe sea per se nocivo, pero se la juega por una perturbación que parece inducida por las enseñanzas metódicas y repetidas de su líder. Para el espectador resulta evidente que la Causa es la ficcionalización de la iglesia de la cientología, cuyo líder L. Ron Hubbard  fundó en base al desprendimiento de su libro " Dianética: la ciencia moderna de la salud mental ". Ambas sectas interrogan violentamente a sus potenciales conversos para instarlos a revivir acontecimientos traumáticos de sus vidas pasadas, para que puedan sanear sus almas de elementos tóxicos. Lo que la cientología denomina " auditoría ", la Causa " procesamiento " y el mundo exterior " lavado de cerebro ", en el film se transforma en una serie de repeticiones torturantes que marcan la pauta de una tensión insoportable en manos de Anderson. " The Master " interpela y expulsa. Interpela a través de la idea de que " la religión con sangre entra ", en las vicisitudes de una historia que revela los malestares de la sociedad estadounidense ( en este caso, nuevamente focalizados en el sur profundo del país ) siempre en la permanente búsqueda de la sanación milagrosa, y en la omnipresencia del alcohol como motor de pulsiones, pasiones, latencias y violencias. El método empleado por el líder místico tampoco es claro, y en sus vaguedades desconcertantes que involucran sueños, represiones, rudimentos psicoanalíticos, vidas pasadas y salvajes tratamientos no existe garantía comprensiva. Película que dice más desde las imágenes que desde las palabras, como lo sostienen la calidad del encuadre y la luz, prodigios técnicos logrados gracias al formato de 70 milímetros que tanto apasiona a Anderson ( al respecto, hay algo de hipnótico y libérrimo en ese paseo en moto por el desierto ), y que es reveladora de la orfandad a la que conlleva renunciar a un culto que pauta absolutamente todo libre albedrío desde su fundamentalismo. La soledad final de Freddie, el personaje de Joaquin Phoenix, marca el distanciamiento para con " La Causa ", rendido ante la utopía de la lealtad absoluta. Un precio emocional demasiado alto para quien terminará engendrando nuevas dudas y asperezas a las ya existentes antes de la alineación al culto que supuestamente reencauzaría su vida.

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martes, 23 de abril de 2013

SANGRE CHARRUA

                                                  EVIL DEAD                por Leo Chubelich

Cuenta la leyenda que Rob Zombie, temeroso ante el encargo de tener que dirigir " Halloween ", film canónico si los hay, llamó a John Carpenter para pedirle una opinión al respecto, y la opinión de éste no se hizo esperar " Si vas a recrear mi película, hacela tuya. " Algo de esto debe haber tallado en el realizador uruguayo Fede Álvarez a la hora de ser elegido para dirigir " Posesión infernal " ( título horrible si los hay ), remake de la popularísima " Evil Dead " de Sam Raimi. En la década del ochenta, Raimi concibió un artefacto terrorífico perfecto, un producto original en el que la modulación entre el terror y la comedia encontraba su punto adecuado de equilibrio, en el que la respuesta a cualquier susto siempre era una carcajada y no un grito, como cabe esperar, por otra parte, de una película que avanzaba por elementos conocidos y hasta predecibles ( recordemos que " Evil Dead " era la cruza entre " El Exorcista ", la literatura de Lovecraft y los relatos góticos ), cuyo objetivo era el servirse de todos los tópicos imaginables, si bien planteándose un desafío: que el resultado de su acumulación no fuera cansino, sino una fiesta continua. Pues bien, hay diferencias entre la " Evil Dead " original y esta incursión en el género de Fede Álvarez que me gustaría puntualizar.
En primer lugar, hay una mayor presencia del elemento femenino en esta nueva entrega; y el elemento congregante de los cinco habitantes de la cabaña es esta vez un objetivo claramente rehabilitador: la finalidad de que la hermana del protagonista abandone su adicción a los estupefacientes. Este detalle hace que esta nueva entrega se revista de aristas más realistas que las de su predecesora, incorporando los estados sutilmente alterados, producto de la abstinencia, como nota de incertidumbre ante el avance de lo sobrenatural.
En segundo lugar, la " Evil Dead " original jugaba también su parte a plena luz del día. Aquí, mayoritariamente, Álvarez consagra la realización al uso permanente de los interiores, manejando estupendamente la fisicidad de los espacios. Salvo ligeras excepciones planteadas al inicio ( la huída de la primera mitad y la constatación de que no hay salida real de la cabaña a raíz del desborde del arroyo a causa de las precipitaciones ), esta remake se juega en el aislacionismo y la claustrofobia, en los interiores sofocantes y en la textura del grano para dimensionar los ambientes deficitarios de luz. En el déficit de la luz, Álvarez se mueve a sus anchas y congrega imágenes poderosas, preñadas de suspenso, valiéndose del uso virtuoso de la Steadycam y de los planos sorpresivos, disruptivos, marca del orillo del gran Sam Raimi.
En tercer lugar, la película original se aplicaba a un prólogo explicativo del Necronomicon del loco Abdul Alzhared. Álvarez opta por unos diez minutos trepidantes en los que se " purifica " a una adolescente a través de la ordalía del fuego, sin mención didáctica al Necronomicon ( saqueo a Howard P. Lovecraft que hizo de este libro ocultista, con tapa revestida de carne humana, mitología de culto de su vasta obra ), pero incluyéndolo abierta y tangencialmente en la celebración del ritual.
En cuarto y último lugar, la nueva " Evil Dead " ha perdido parte de su humor original. Raimi sabía combinar la comedia más disparatada con los golpes de efecto más puros y duros. De esta forma, el espectador nunca llegaba a sentir verdadero miedo. Un poco de asco, tal vez, pero siempre en esas escenas asquerosas había un elemento cómico a modo de elíptica triunfante. Álvarez no abdica del humor, claro está, pero el tono decididamente festivo de su antecesora ha sido reemplazado aquí por una variedad más cínica, menos complaciente. 
Entonces, podemos decir que la nueva " Evil Dead " es la película de Fede Álvarez. Hay similitudes con la gran obra de Raimi en cuanto al tratamiento visual de los planos enloquecidos, la sabia decisión de renunciar a los CGI en provecho de los prostéticos y los hectolitros de sangre y el respeto a la serie B del modelo 1983 ( aunque hay aquí un presupuesto de cuarenta millones de dólares para que podamos hablar estrictamente de una clase B ) cumplido a rajatabla en el tratamiento visual. Asimismo y dicho de otro modo, esta reversión es exponente puesto al día, tras un proceso de lifting, de su predecesor, algo que suele hacer Hollywood con las remakes: hipertrofiar aquellos aspectos más cercanos al público actual y poner en discreto segundo orden aquello que se puede considerar pasado de moda. Se puede finalizar diciendo que Fede álvarez cumplió e hizo su versión de la cosa, tal vez más seriota y solemne como conmovedoramente gore y bestial, siempre sin olvidar las reglas más elementales del género y sin perder de vista que el Necronomicon es el nuevo filón a explotar en el alicaído escenario del terror actual. L. C.


lunes, 25 de marzo de 2013

REDEMPTION SONG

                                             FLIGHT                            por Leo Chubelich
 
Alguna vez, Robert Zemeckis hizo cine autoral fuerte, de presencia fresca y sentido del espectáculo (recordar las tres Volver al futuro, Forrest Gump o Náufrago). Después se entregó a todos los feísmos habidos y por haber de la tecnología de la captura de movimiento ( Beowülf, y olvidemos el resto ) y ahora vuelve a desembarcar en las películas con actores de carne y hueso con este drama / comedia , dado en llamar " El vuelo ", y protagonizado por Denzel Washington. Retrato de vicioso piloto de avión que logra aterrizar milagrosamente un avión, aunque las cosas no son ni tan heroicas ni tan claras, mucho más cuando una compleja investigación en torno al hecho revela aristas oscuras relacionadas con el consumo de estupefacientes y químicos por parte de su protagonista. Veamos; Zemeckis es, antes que nada, un estupendo conductor de actores, que sabe manejar la coyuntura cinematográfica para crear atmósferas ( al respecto, el accidente aéreo es un prodigio de descomunal tensión y espectacularidad ) y emociones variadas, de las que apuntan al alma de sus personajes. " El vuelo " es, asimismo, una película que se apoya sustancialmente en su protagonista ( tal como agudamente afirma Marcos Navarro en sú crítica ) Whip Whitaker, verdadera clase de actuación a cargo de Denzel Washington, que en esto de sumarle eslabones a su carrera actoral nunca la tuvo tan difícil. Borges decía que un hombre es sus circunstancias, y las de Whitaker son escandalosamente seductivas, verdadero desafío a la hora de cambiar el esquema de roles íntegros, probos y heroicos a que nos tenía acostumbrados el actor. Esta vez hay un personaje menos atareado por las palabras que por las acciones, que en el derrumbe de sus días tratará desesperadamente de asirse a una imagen pública que es pura impostura, reñida con la pintura privada de sus días de adicto. Para ello, no cederá un ápice en esa carrera infernal que implica llevar las cosas a fondo, incendiándose en una toxicofrenia feroz por la bebida que ruborizaría al mismísimo Bukowsky, que de estas cosas sabía y demasiado. Washington es como Ricardo Darín; capaz de moldear a un personaje ambiguo con innegable carisma y dotarlo de complejidades de carácter que hacen que el espectador pueda identificarse con sus decisiones, acompañarlo en el vía crucis que representa su recuperación y ese camino redentor, pisoteado una y otra vez, hasta el final. Para ello, Zemeckis incorpora a Harlington, un dealer interpretado por el enorme ( en todas sus acepciones, cuestión de tamaño, peso y calidad artística ) John Goodman, especie de " comic relief " tendiente a la suavización del drama a través de la humorada salvaje, y a un abogado interpretado por Don Cheadle, verdadero artista inmoral de la saliva y fiel ladero de las compañías aeronáuticas puestas en abismo a raíz del siniestro aéreo. " El vuelo " se alarga innecesariamente, más de dos horas interminables de registro, demorándose en subtramas innecesarias, como si no confiara del todo en sus personajes hechos a la medida del lado oscuro de la fuerza y necesitara imperiosamente disparar para el lado del tracto de autoayuda. Primeramente, incorpora a una heroinómana que en el amanecer de la película se insinúa como tabla de salvación del antihéroe, para luego descartarla en el atardecer del metraje, flaco favor para la interpretación de Kelly Reilly, resuelta a liberarse de su pasado y a la reeducación sentimental a través del amor de Whitaker; En segundo lugar, la trama, considerablemente volcada a los momentos aislados antes que a la totalidad , se alarga innecesariamente, y al respecto ¿ qué sentido tiene tratar de construir el vínculo padre / hijo cuando las posibilidades para penetrar en el núcleo duro de las relaciones familiares están prácticamente agotadas ? Son estas desinteligencias, que llevan a un moderado tedio, y una necesidad de edificar un relato-facsímil de " Náufrago " con el consecuente mensaje de reconversión de su protagonista, las que hacen de " El vuelo " un producto a medias. Al final, cuando el marco personal tenga que confrontar ineludiblemente con el marco ético de Whitaker, aparecerá el Denzel Washington que en algún momento fue conceptuado como un nuevo Sidney Poitier, ese amarrado a la nobleza de ánimo atravesada en la garganta y en esos ojos acuosos empañados por decir la verdad y nada más que la verdad.L. C.